domingo, 28 de febrero de 2021

Gracias.

Gracias por dejarme ser en la libertad de mis elecciones 

y por respetar esos tiempos tan míos que solo yo entiendo.


Gracias por crecer a mi lado y no romper mi ritmo, 

por esperar cuando debías y acelerar cuando creías oportuno.


Gracias por comprender mis pausas, 

mis idas y venidas, 

por no querer ordenar ese caos que tengo en la cabeza, 

pero que para mí tiene tanto sentido.


Gracias por ser conmigo, siempre.

domingo, 21 de febrero de 2021

Naufragio.

Sientes que te hundes en mitad de una tormenta perfecta en la que las olas no te dan tregua. 

La sal te quema cada órgano que consigue alcanzar, como un veneno implacable. 


No ves, no respiras, 

ya casi no puedes luchar. 


Solo agua y sal. 

Solo mar. 

Solo desastre. 


Duele. Escuece. Quema. 

Te hundes cada vez más.


Pero, sin saber muy bien cómo, le plantas cara a ese veneno que te está matando y lo conviertes en tu propio antídoto. Logras plantar una semilla en plena tormenta, en un territorio tan hostil que parece imposible. 


Y entonces eres capaz de renacer, 

de volver a ser, 

de vivir.

domingo, 14 de febrero de 2021

Kamikaze.

Pero mira, tío, 

kamikaze se nace, 

es algo que no se puede evitar, 

y yo nací y moriré así. 


Arriesgando todo por nada, 

jugándome la vida por lo que creo que puede merecer la pena, 

apostando hasta el último aliento a un instante que marque la diferencia.


Aunque me pegue la hostia del siglo y tenga que recomponerme una vez más, 

aunque sean tantas las heridas que pierda la cuenta, 

aunque me deje partes de mí que nunca recuperaré en cada golpe, 

aunque jamás vuelva a ser la que era tras cada cicatriz.


A pesar de todo, me merece la pena vivir así,

a lo loco y que sea lo que Dios quiera. 

Que sea lo que tenga que ser, 

pero que nunca me quede con las ganas. 



domingo, 7 de febrero de 2021

Cobardes.

 Nos evitamos, nos ignoramos e hicimos como si nada. Nos escondimos en miradas furtivas, medias sonrisas y mensajes cifrados. Tensamos la cuerda durante tanto tiempo que cuando llegó el momento de la verdad no supimos qué hacer ni cómo hacerlo.

Esa noche era nuestra y fuimos unos cobardes. Y probablemente es de lo que más me arrepiento a día de hoy, de no habérmela jugado contigo, de no haber apostado todo a esa carta. 


Yo, que siempre he apostado a lo loco. Yo, que he sido una kamikaze en todo lo importante. Yo, que todo lo bueno que he ganado ha sido tirándome al vacío sin paracaídas. 


Menos contigo. Contigo nunca. Y quizás por eso jamás gané en este tira y afloja, porque me acojoné incluso sabiendo que las decisiones que al principio dan miedo casi siempre son las correctas.


Pero no dejo de pensar que esa noche era nuestra y que nos debemos otra. Una en la que por fin seamos valientes y pongamos toda la baraja en la mesa. Una noche en la que juguemos de cara, sin reservas. Un todo o nada. Y que sea lo que tenga que ser.


Que si pierdo, ya resurgiré como hago siempre. Que el miedo a una nueva herida no es motivo para no presentar batalla una vez más. Que prefiero que seamos cicatrices a un eterno “y si..”. Que si me la tengo que volver a jugar por alguien, que sea por ti.