martes, 15 de octubre de 2019

Día 11: Lágrimas.

Gotas de lluvia caen por mi cristal.
Se celebra una carrera que nadie ganará.

Lágrimas de vida de Madre Tierra son,
aquí están, aquí llegan, 
¿qué puedo hacer yo?

Bajo el manto de abril nacen sin cesar,
Lágrimas y lágrimas que caen sin parar.

Tierra Madre no deja de llorar,
ahora es su momento, 
cada día le cuesta más.

Ojalá yo la pudiese consolar, 
ojalá la pudiese ayudar.

Tu pena y dolor crecerán y crecerán, 
lo siento Tierra Madre,
mis hermanos nada harán.

Gotas de lluvia caen por mi cristal. 
Se celebra una carrera y ya sé quién ganará.

lunes, 14 de octubre de 2019

Día 10: A ellas.

Solo le pido a la vida que os guíe en vuestro caminar para que crezcáis siendo las mujeres que queráis ser, que os dé la fuerza suficiente para que vuestra huella quede perenne y no desaparezca. 
Solo le pido que os ayude a encontrar la valentía para ser y estar, para que no temáis hacer lo que os gusta, para que seáis dueñas de vuestro presente y vuestro futuro.
Solo le pido a la vida que os ayude a tener los ojos abiertos, a ser conscientes de lo que os rodea, a adaptaros a los cambios cuando sea necesario.
Solo le pido que os regale ganas de hacer, cambiar y aprender, que os obsequie con mil y un momentos que recordar por siempre.

Pero, sobre todo, le pido a la vida que os mantenga fuertes, seguras y decididas. Que no os arrebate vuestra esencia, porque solo eso hará que consigáis todo aquello por lo que estáis dispuestas a luchar.

domingo, 13 de octubre de 2019

Día 9: Miedo.

Cierra los ojos y duerme sin miedo. 
Yo velaré por ti y por tus sueños, 
y con mi traje de guerrera lucharé 
contra tus monstruos internos.

Descansa tranquila, 
que haré de tus sueños 
un lugar en el que los días de verano sean eternos, 
en el que tu sonrisa surja sin esfuerzo.

No le temas a la noche, 
tampoco al invierno. 
La oscuridad y sus sombras 
no podrán con esto.

Vete a la cama en calma, 
ya me quedo yo aquí,

luchando en la madrugada.

sábado, 12 de octubre de 2019

Día 8: Desconocidos.

Apareces en mis sueños a tu antojo, sin pedir permiso, sin avisar. 
Aprovechas un duermevela para llegar hasta a mí, y aunque me inquiete, no me molesta.
Jamás podría hacerlo.

Sé quien eres, claro que lo sé. 
He oído hablar tanto de ti… 
Mil y una batallas de aquellos tiempos en los que la brisa alborotaba tu pelo.
De esos años en los que ibas en moto, de esos días en los que pensabas que el mundo era tuyo.

Pero no te conozco, 
no más allá de unas cuantas fotos en las que se te ve feliz, 
abrazado a él con tu eterna sonrisa.

Puedo ponerte cara, pero no voz. 
No recuerdos. 
No momentos juntos.

Te fuiste antes de que yo llegase, 
y aun siendo completos desconocidos,
te apareces en mis sueños. 

Y aunque no te vea la cara y no escuche tu voz, 
sé que eres tú. 
No sé cómo, pero lo sé.

Y sin ver tu mirada, 
sin que me digas nada, 
sé lo quieres decirme.

No podría ser otra cosa.
E incluso dormida te prometo que lo intentaré.
 No te preocupes,
cuidaré de él.



viernes, 11 de octubre de 2019

Día 7: Viento.

Cuando cierro los ojos, 
el viento de levante siempre me acompaña.
Noto su presencia revoloteando a mi alrededor, 
jugando con mi pelo sin descanso.

Siento como acaricia mi piel, 
con ese toque de sal, 
con esa humedad de la mar.

Lo noto tan real que casi puedo tocarlo.
Viento de levante.
Viento de mi hogar.

Que te hace perder la cabeza.
Que sin saber cómo ni por qué, 
hace que vuelvas una y otra vez. 
Un viento que maldices cuando está, 
pero al que añoras en la distancia.

Cuando cierro los ojos, 
lejos de casa, 
siempre me acompaña.

Puedo sentirlo, 
puedo escuchar cómo mece las olas, 
cómo alborota la arena,
cómo se enreda en el vuelo de una falda.

Cuando cierro los ojos,
siempre está ahí.

Viento de locos.
Viento de levante.

Viento de mi hogar.

jueves, 10 de octubre de 2019

Día 6: Incendio.


Desde pequeña fui una pirómana en potencia. El fuego siempre me llamó. Siempre quise ver el mundo arder y, en un arrebato, empecé por mí misma. 

Las llamas iban creciendo y cogiendo altura. El calor comenzaba a ser insoportable. La cenizas revoloteaban de aquí para allá cubriéndome la piel.El humo negro y espeso me nublaba la vista y no me dejaba respirar. 

Todos mis cimientos reducidos a eso.
Fuego. 
Humo. 
Cenizas.

Pero se me fue de las manos.
No sé en qué momento perdí el control. 
Quise huir, pero estaba completamente atrapada.

¿Cómo se huye de algo que está dentro de ti?
¿Cómo te deshaces de algo que te consume desde tus propias entrañas?
¿Cómo apagas un fuego incontrolable?

El incendio de mi vida.
Mi gran obra maestra.
Mi perdición.

Mi final.

miércoles, 9 de octubre de 2019

Día 5: Ojos.

       No le gustan los cobardes y no hace falta que lo diga con palabras, no es necesario que materialice ese pensamiento para que todo su alrededor lo sepa. Sus ojos siempre son sinceros y nunca ocultan aquello que pasa por su mente. De un intenso azul, como el océano en mitad de una gran tempestad, son capaces de helar al mismísimo diablo.

Pocas veces nos da tregua. Siempre nos empuja a enfrentarnos a nuestros miedos, a superarnos, a no conformarnos. Siempre nos motiva a seguir adelante, siempre sabe guiarnos para que transformemos los pajaritos de nuestras cabezas en fuertes raíces sobre las que crecer y construir toda una vida.

Su mirada es un espejo cristalino sin escrúpulos, un segundo le basta para decirnos sin emitir sonido alguno que la estamos cagando. Y, creedme, si sus palabras son afiladas, su mirar lo es aún más. Es certera, directa y despiadada cuando tiene que serlo, no tiene compasión. 

Pero al mismo tiempo, es dulce y comprensiva. Tiene una seguridad inquebrantable que te hace sentir en calma bajo cualquier circunstancia. Algo en esos ojos te hace confiar y creer que todo es posible, algo te dice que ella estará ahí a pesar de todo, que no tengas miedo. Y de la misma manera que en un segundo te riñe, te puede hacer sentir orgullosa, fuerte y poderosa.


Muchas son las veces que acudo a esos ojos azules en busca de consejo, y otras tantas las que he logrado reconstruirme a mí misma gracias a ellos.“Apuesto siempre a caballo ganador” suele decir, y no sé si realmente he ganado algo, si alguno de nosotros ha ganado. Lo único que sé es que siempre nos ha acompañado en nuestro caminar, y eso sí que es ganar de verdad.

martes, 8 de octubre de 2019

Día 4: Refugio.

En tu pecho encontré la tregua de mi guerra,
un refugio en el que acurrucarme cuando mi alrededor tiembla.

El latir de tu corazón como banda sonora, 
la suavidad de tu piel y tus caricias como paracaídas.

Tú, mi refugio.
Tú, mi lugar en calma.
Tú, ese trocito de mundo en el que siento que todo está bien.

Es ahí donde yo me siento fuerte, 
donde me siento grande,
donde puedo dejarme ser sin miedo,
sin restricciones,
sin peros.

Tu pecho, tus caricias, tu mirada…
Ese susurro casi imperceptible que me recuerda lo que de verdad es importante.

Ese momento eterno,
irrepetible,
inmenso.

Tú y yo.
Nosotros.

Nada más.

lunes, 7 de octubre de 2019

Día 3: Tormenta.

Siento que estoy cayendo a un vacío que parece no tener fin. 
Viviendo en una eterna tormenta en la que no cesa la lluvia.
Calada hasta los huesos y paralizada por el frío, no lucho por avanzar y salir de aquí. 
Me dejo caer, a la espera de que el temporal amaine. 
No me obligo a estar, tampoco a ser. 
Me dejo abrazar por la lluvia que hay en mi interior y dejo que el viento arrase con todo, 
que mueva cada cimiento que hay en mí.
Me dejo inundar y por una vez me permito sentir todo aquello que rara vez toca la superficie.
Angustia y tristeza.
Frustración y dolor. 
No le tengo miedo a la caída, no le temo a un gran golpe que termine por destrozarme. 
Aguardo con paciencia y respeto el caos de la tormenta. 
Y cuando todo acabe, no existirá esa paz que tanto prometen tras una tempestad.
No habrá calma que valga ante los escombros de lo que fui. 
Después del desastre, llegará el momento de ser fuerte. 

Y es ahí cuando empezaré a reconstruir todo lo que soy y lo que seré.

domingo, 6 de octubre de 2019

Día 2: Hoguera.



Hablaron tanto de ti y se dijeron tantas cosas que ya apenas éramos capaces de diferenciar la verdad de la mentira, pero eso para ti nunca fue un problema. Te acostumbraste a que la una viviese en la otra, y aprendiste a lidiar con los rumores y las miradas indiscretas que te acechaban en cualquier momento y lugar.

Quisieron quemarte tantas veces que llegaste a perder la cuenta. Te perseguían en una caza sin descanso en busca de lo que ellos consideraban justicia, como hicieron con aquellas a las que hace siglos llamaban brujas. Todo un sinsentido. Eran tantos los que querían verte arder, verte desaparecer convertida en cenizas… 

Tu único delito fue vivir tu vida como te dio la gana, sin rendirle cuentas a nadie que no fuese esa niña morena de ojos color miel que veías al otro lado del espejo cada mañana. Tu único acto de brujería fue reírte del mundo y, sobre todo, de todo aquel que intentó controlarte y maniatarte, que te dijo que no podrías, que se atrevió a decir que no valías.
Jamás entendieron que tu alma era libre y salvaje, jamás llegaron a comprender que no naciste para bailar al compás de otros, para ser quien ellos querían que fueses. Tú eras tu propia vela, tu propio viento, tu propio timón. No necesitabas nada de nadie y así se lo hacías ver al mundo.

Y quizás tuviesen razón. Quizás sí que llevabas la esencia de las brujas de antaño en tu interior, porque, como ellas, siempre fuiste un paso por delante del resto, siempre diferente, y esa fue tu condena.

Claro que te llevaron a la hoguera, no pudiste hacer nada para salvarte pero, como último acto de rebeldía, te presentaste allí radiante con la mayor de las sonrisas, como si no pasase nada, como si fuese un día más. Orgullosa de haber sido tú hasta el final, de no haber renunciado a tu forma de vivir y de pensar, haciéndonos sentir orgullosos también a todos los que te defendimos, protegimos y quisimos sin peros ni condiciones. 

El fuego empezó a bailar a tu alrededor y se apropió de tu cuerpo sin pedir permiso, pero no luchaste por evitarlo. Tus ojos no se llenaron de lágrimas, tu boca no emitió ningún sonido y los músculos de tu cuerpo dejaron que el calor abrazara hasta el último centímetro de tu ser. Te limitaste a mirarnos de la manera en la que solo tú sabías hacerlo, una mirada llena de recuerdos, secretos y promesas por cumplir, una mirada que nos hizo temblar. 

E incluso ahí, en ese momento de agonía, verte arder en esa maldita hoguera fue el espectáculo más bonito jamás visto.

Ahora hoy entiendo muchas cosas, sobre todo, por qué nunca le tuviste miedo a esa quema pública, por qué acogiste al fuego en tu seno como si fuese un hijo que llevaba largo tiempo perdido. Ahora te vuelvo a tener delante de mí más radiante y orgullosa que nunca, llena de las cicatrices que el fuego ha dejado en tu piel, y es en este preciso momento cuando logro comprenderlo todo.

Y es que tú siempre supiste que resurgirías de tus cenizas como el ave fénix y que el boca a boca de cuatro desdichados no acabaría contigo. Lo tenías tan claro que simplemente aceptaste lo que te tocó vivir con la eterna promesa de que, en un tiempo, volverías triunfal. Y hoy cumples esa promesa, esa que nos hiciste a todos aquel fatídico día con esa mirada que nos hizo temblar, con esa mirada que en un principio no supimos interpretar.

La hoguera no pudo contigo y aquí estás, como siempre, siendo más tú que nunca, más fuerte, más segura y, sobre todo, más bruja.

sábado, 5 de octubre de 2019

Día 1: Pelo.


La espera estaba siendo demasiado larga y el calor infernal de mediados de agosto no ayudaba. Tumbados en el sofá, el uno sobre el otro, intentábamos matar el tiempo charlando de todo y de nada. A ratos con el móvil, a ratos intentando descifrar esos juegos de palabras imposibles que tanto nos gustan.

En aquel instante eras tan tú que no podría haber esperado otra cosa que no fuese ese “hazme cosquillas”. Tú y las cosquillas. Desde bien pequeño aprovechabas cada ocasión para que alguien te las hiciese. Siempre te gustó el contacto y la suavidad de una mano conocida acariciando tu brazo, tu espalda o tu cara. Era una costumbre tan tuya, tan nuestra…

Y esas cosquillas me llevaron a tu pelo, negro como el carbón. Mi mano se deslizaba de un lado a otro de tu cabeza sin prisas, sintiendo cada mechón entre mis dedos, despeinándote y peinándote una y otra vez casi sin pensar. Y, cómo no, tú me dejabas hacer y deshacer a mi antojo, disfrutando de ese momento cómplice entre los dos.

Fue entonces, en una de esas idas y venidas de mi mano en tu pelo, cuando me miraste y me regalaste esa sonrisa con la que comprendí que eso era hogar, era casa, era familia. Que algo tan simple y natural como tocarle el pelo a alguien podía calmar y sanar, podía unir a dos personas más que cualquier otra cosa. 

Y deseé que con el paso del tiempo siguiésemos conservando esa bonita costumbre, que la vida llenase de canas nuestros cabellos, pero que siempre, a pesar de los años cumplidos, siguiésemos encontrando un instante de tranquilidad y confianza el uno en el otro, tumbados en un sofá cualquiera, para sentir que, por un momento, estamos en casa.

viernes, 4 de octubre de 2019

WORDTOBER 2019

Resulta que he visto esta iniciativa por varias redes sociales y, aunque con retraso, me he animado a participar (sin saber si realmente podré cumplirlo 😅).

Para quien no lo sepa, Wordtober consiste en escribir cada día del mes de octubre un relato/poema/texto relacionado con una palabra/idea/concepto. Yo he hecho mi propia lista, que no deja de ser un batiburrillo de las que he visto por ahí, y aunque se supone que se debe escribir sobre lo que toque ese día, sé que no voy a respetar el orden, así que la utilizaré más bien como guía, eligiendo el tema según mi estado de ánimo o inspiración.

Como empezaré mañana y llevaré varios días de retraso, lo alargaré hasta principios de noviembre para completar los 31 días. 

Espero ser constante y lograr escribir algo cada día.

À bientôt !