miércoles, 9 de octubre de 2019

Día 5: Ojos.

       No le gustan los cobardes y no hace falta que lo diga con palabras, no es necesario que materialice ese pensamiento para que todo su alrededor lo sepa. Sus ojos siempre son sinceros y nunca ocultan aquello que pasa por su mente. De un intenso azul, como el océano en mitad de una gran tempestad, son capaces de helar al mismísimo diablo.

Pocas veces nos da tregua. Siempre nos empuja a enfrentarnos a nuestros miedos, a superarnos, a no conformarnos. Siempre nos motiva a seguir adelante, siempre sabe guiarnos para que transformemos los pajaritos de nuestras cabezas en fuertes raíces sobre las que crecer y construir toda una vida.

Su mirada es un espejo cristalino sin escrúpulos, un segundo le basta para decirnos sin emitir sonido alguno que la estamos cagando. Y, creedme, si sus palabras son afiladas, su mirar lo es aún más. Es certera, directa y despiadada cuando tiene que serlo, no tiene compasión. 

Pero al mismo tiempo, es dulce y comprensiva. Tiene una seguridad inquebrantable que te hace sentir en calma bajo cualquier circunstancia. Algo en esos ojos te hace confiar y creer que todo es posible, algo te dice que ella estará ahí a pesar de todo, que no tengas miedo. Y de la misma manera que en un segundo te riñe, te puede hacer sentir orgullosa, fuerte y poderosa.


Muchas son las veces que acudo a esos ojos azules en busca de consejo, y otras tantas las que he logrado reconstruirme a mí misma gracias a ellos.“Apuesto siempre a caballo ganador” suele decir, y no sé si realmente he ganado algo, si alguno de nosotros ha ganado. Lo único que sé es que siempre nos ha acompañado en nuestro caminar, y eso sí que es ganar de verdad.

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