lunes, 7 de octubre de 2019

Día 3: Tormenta.

Siento que estoy cayendo a un vacío que parece no tener fin. 
Viviendo en una eterna tormenta en la que no cesa la lluvia.
Calada hasta los huesos y paralizada por el frío, no lucho por avanzar y salir de aquí. 
Me dejo caer, a la espera de que el temporal amaine. 
No me obligo a estar, tampoco a ser. 
Me dejo abrazar por la lluvia que hay en mi interior y dejo que el viento arrase con todo, 
que mueva cada cimiento que hay en mí.
Me dejo inundar y por una vez me permito sentir todo aquello que rara vez toca la superficie.
Angustia y tristeza.
Frustración y dolor. 
No le tengo miedo a la caída, no le temo a un gran golpe que termine por destrozarme. 
Aguardo con paciencia y respeto el caos de la tormenta. 
Y cuando todo acabe, no existirá esa paz que tanto prometen tras una tempestad.
No habrá calma que valga ante los escombros de lo que fui. 
Después del desastre, llegará el momento de ser fuerte. 

Y es ahí cuando empezaré a reconstruir todo lo que soy y lo que seré.

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